sábado, 1 de febrero de 2020

PONERLE TÍTULO A LA VIDA

La vida va cambiando en cada segundo y muchas veces no nos damos cuenta. Si tuviésemos la percepción afilada podríamos saber y reconocer si cada paso que damos va a ser un paso acertado. Nunca había pensado en tan gran discordancia del destino porque si vamos a la segura nunca aprenderemos de fallas.

Estamos tan desalentados a fallar que cuando pasa nos deprimimos y sentimos esa confusión como cuando nos levantamos muy rápido de una pesadilla en una siesta de la tarde, o como cuando se nos pasa la hora y recién podemos terminar de almorzar o como cuando esperamos tanto que sea la hora de cenar que toda esa emoción por comer algo rico se acabó al dejar el tenedor y volvemos a la rutina.
He temido a rutina tanto que también la he deseado muchas veces. Así somos los seres humanos, si tenemos algo queremos otra cosa y si lo conseguimos ya no nos gusta pues perdemos el deseo y el interés. A la reacción que viene con esa estabilidad se le llama, en muchos casos, madurez.
No puedo estar más en desacuerdo con esto.
Soy una mujer de 34 años que claramente no sigue las normas. Me refiero a aquellas normas del reloj biológico, de formar una familia, de sacar el auto a plazos y de avergonzarme de usar transporte público. Creo que si las siguiera me volvería aún más ansiosa y créanme que a veces los ataque de ansiedad me comen.


Escribo con una sonrisa, un té verde y en pijamas en este momento, pijamas no limpias pero al fin y al cabo ustedes no las huelen.
Escribo aquí, así todo esto e los blogs esté pasado de moda porque soy una persona que no sigue la moda. Me conozco y puedo tener una semana llena de fortaleza y luego a la siguiente semana me pregunto ¿porqué estoy tan sensible?. No es por ser mujer, es porque me esforcé mucho en ocultar emociones que como un globo que se va llenando de agua ... hasta que explota.
¿Qué sucede cuando vivimos pensando en la gloria de la fama?, esta pregunta me la hice hace algunos años y la respuesta es; si vivimos para los demás, para lo que piensen de nosotros, cuando ellos no estén pues nos vamos a quedar sin nada. 
Creo que la madurez llega y se construye cuando nuestros actos están casados con la conciencia y caminamos de la mano con la empatía.

No soy un modelo a seguir, no por favor porque estoy llena de errores.
Pero si me dejan darles un consejo, la vida no es como una serie que pones pausa y luego play y así. La vida no tienen pausas pero nosotros como humanos podemos hacer que nuestras propias pausas valgan la pena. 
Está bien, queremos conquistar el mundo, ser reconocidos, famosos, líderes, gerentes, yo que sé; pero no pierdan esa alegría de sentir que no han tenido que pasar por encima de nadie para lograrlo.

Un abrazo

Fátima .

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